
Alabado sea Al-lah, Señor de los mundos, y que la paz y las bendiciones sean con nuestro Profeta Muhammad, su familia y todos sus compañeros.
Honrar a los padres y tratarlos con bondad no es simplemente una virtud moral o una costumbre social. Es, más bien, un pilar esencial de los pilares de la religión islámica y una gran obligación divina, que Al-lah, Alabado y Enaltecido sea, ha vinculado a Su adoración y Su unicidad. Esto demuestra su gran estatus y posición en la Noble Sharia. Al-lah, Enaltecido sea, dice: “Tu Señor ha ordenado que no adoren sino a Él y que honren a sus padres”. [El Corán, traducción comentada, Isa García 17:23]
Todas las acciones con las que un siervo se acerque a su Señor, después de las obligatorias, la honra a los padres ocupa una gran parte en su aceptación y recompensa. Es el camino hacia la felicidad en este mundo y el éxito en el Más Allá, una fuente de bendiciones en la vida y el sustento, y una gran causa para obtener la complacencia y el amor de Al-lah.
Los versículos del Corán y los nobles hadices del Profeta han llegado a enfatizar este gran deber, detallar sus aspectos, aclarar sus méritos e instar a los musulmanes a cumplirlo de la mejor manera posible. Desde el momento en que el ser humano nace, se encuentra rodeado de un cuidado y amor incomparables, por parte de padres que han dedicado sus vidas a su bienestar y felicidad. El mandato de ser bondadoso con los padres es evidente en el Sagrado Corán en muchas partes, lo que enfatiza su suma importancia. En la Sura Al-Isra, Al-lah, Enaltecido sea, dice: “Tu Señor ha ordenado que no adoren sino a Él y que honren a sus padres. Si uno de ellos o ambos llegan a la vejez, no sean insolentes con ellos, ni siquiera les digan: “¡Uf!” Háblenles siempre con bondad. Trátenlos con humildad y compasión, y rueguen [por ellos diciendo]: “¡Oh, Señor mío! Ten misericordia de ellos como ellos la tuvieron conmigo cuando me criaron siendo niño”. [El Corán, traducción comentada, Isa García 17:23-24]
Este noble versículo establece el principio de la benevolencia y prohíbe la forma más simple de impaciencia, que es decir «Uf», que denota angustia o impaciencia. Luego nos ordena hablarles con amabilidad y gentileza, y ser completamente humildes con ellos, lo cual se expresa bajando el ala de la humildad por misericordia. Finalmente, nos ordena pedir misericordia por ellos, en recuerdo de su virtud y sacrificios en la infancia. Como se afirma en la Sura Luqman, Al-lah, Enaltecido sea, dice: “Le he ordenado al ser humano hacer el bien a sus padres. Su madre lo lleva [en el vientre] soportando molestia tras molestia, y su destete es a los dos años. Sean agradecidos conmigo y con sus padres, pero sepan que ante Mí comparecerán al final.”. [El Corán, traducción comentada, Isa García 31:14-15]
Aquí, Alabado y Enaltecido sea, menciona las dificultades de la madre durante el embarazo y la lactancia, para inculcar en los hijos la grandeza de sus sacrificios, y vincula la gratitud a los padres con la gratitud a Al-lah, Enaltecido sea, lo que confirma la grandeza de este derecho.
En cuanto a la noble Sunna profética, vino a profundizar este concepto. En el hadiz narrado por Al Bujari y Muslim bajo la autoridad de Abu Hurairah, que Al-lah esté complacido con él, un hombre se acercó al Mensajero de Al-lah, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, y le dijo: «¡Oh, Mensajero de Al-lah! ¿quién entre la gente es más merecedor de mi buena compañía?». Él respondió: «Tu madre». Preguntó: «¿Y luego quién?». Dijo: «Tu madre». Preguntó: «¿Y luego quién?». Respondió: «Tu padre». Este gran hadiz resalta el gran estatus de la madre, priorizándola sobre el padre en cuanto a la honra tres veces, debido a las dificultades que soporta durante el embarazo, el parto, la lactancia y la crianza de los hijos. Este es un honor sin parangón en ninguna otra ley religiosa.
Al Profeta, que la paz y las bendiciones sean con él, también se le preguntó sobre las mejores obras, y él dijo: «Rezar en el horario determinado, luego honrar a los padres y luego la lucha por la causa de Al-lah». Este hadiz coloca la honra a los padres en una posición superior, inmediatamente después de la oración, priorizándola sobre la lucha por la causa de Al-lah, demostrando su gran virtud e inmensa recompensa.
Ser obediente a los padres no se limita en su vida, sino que se extiende más allá de su muerte. Al Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, se le preguntó: «¡Oh, Mensajero de Al-lah! ¿hay algo que pueda hacer para ser obediente a mis padres después de su muerte?». Dijo: «Sí: rezar por ellos, pedir perdón por ellos, cumplir con sus promesas después de su muerte, mantener los lazos familiares que solo pueden mantenerse a través de ellos y honrar a sus amigos».
Este hadiz abre una amplia puerta a la honra a los padres después de su muerte, enfatizando la continuidad de este gran deber. La importancia de ser obediente con los padres es notablemente evidente en la vida del Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones sean con él, aunque creció huérfano, fue extremadamente bondadoso con sus padres, como correspondía a ellos. Visitaba la tumba de su madre, Amina bint Wahb, y lloraba allí con anhelo y añoranza, testimonio de su deber incluso después de su muerte.
También respetaba la posición de su tío, Abu Talib, quien lo había criado y cuidado, y apreciaba sus esfuerzos. Esto refleja la gran moral que encarnaba. El Profeta, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, también instruyó a sus compañeros a ser bondadosos con sus padres y madres, y guió a los jóvenes sobre cómo tratarlos, recordándoles constantemente sus virtudes. Su vida fue un ejemplo vivo de la honra y la bondad.
En conclusión: La honra a los padres es la puerta a las bendiciones y la bondad en este mundo y en el más allá. Es una de las mejores acciones de acercarse a Al-lah, Enaltecido sea. Es una corona en la cabeza de los hijos y una luz que ilumina los caminos de la vida. Quien sea bondadoso con ellos, Al-lah lo será con él, y quien sea desobediente con ellos incurrirá en la ira y el castigo de Al-lah.
Esforcémonos todos por cumplir con este gran deber y por complacer a nuestros padres con palabras, obras y súplicas. Son un tesoro invaluable y una puerta al Paraíso que no debemos descuidar.