Skip to main content

Blog entry by Sam Sam


Alabado sea Al-lah, Señor de los Mundos, y que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con nuestro Profeta Muhammad, su familia y todos sus compañeros.
La dawah es un gran honor y una gran responsabilidad. No se limita solo a dar sermones y conferencias. Más bien, requiere un seguimiento continuo del llamado de quienes son invitados y una compañía constante con ellos hasta que se mantengan firmes en la verdad y se adhieran al camino correcto.


Este seguimiento no es una mera opción; es un método profético, un mandato divino y una tradición bien establecida de dawah.
El verdadero predicador es quien no se limita a plantar las semillas, sino que las riega y las cuida hasta que den fruto. Cuida de la persona invitada después de su respuesta, tal como lo hizo antes de la misma. El seguimiento fortalece la firmeza, protege contra la recaída y fortalece la fe en los corazones. Es una prueba de la sinceridad del predicador y su compromiso con la guía de la gente. Al-lah, Enaltecido sea, nos ha ordenado ser firmes y rectos tras la guía, como dice: Mantente firme [¡oh, Mujámmad!, en el sendero recto] como se te ha ordenado, y que también lo hagan quienes se arrepientan [de su incredulidad y te sigan]”. (El Corán (traducción comentada) 11:112)
Este mandato no es solo para quien recibe el llamado, sino también para el predicador. Este debe acompañar a quienes se arrepienten con él y ayudarlos a mantenerse firmes.
Quizás la mejor evidencia de la importancia del seguimiento se encuentra en la vida del Profeta, que la paz y las bendiciones sean con él, quien fue un modelo a seguir en este sentido. Después de que la gente creyó en su llamado, no los abandonó. Al contrario, los acompañó, los educó con los buenos modales, purificando sus almas e implementando la ley de Al-lah en ellos.
Cuando un beduino se convertía al Islam, el Profeta, que la paz y las bendiciones sean con él, le enseñaba los asuntos de su religión y le prestaba especial atención y no se conforma solo con su conversión. Cuando los habitantes de La Meca se convirtieron al Islam tras la liberación de dicha ciudad, el Profeta, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, no los abandonó. Al contrario, nombró maestros y juristas entre ellos para enseñar a la gente los fundamentos de su religión e inculcar la fe en sus corazones. No se detuvo allí; también envió predicadores a tribus y ciudades para enseñar a la gente el Corán y la Sunna y seguir su situación.
Un ejemplo claro de ello es el envío de Mu'adh ibn Yabal y Abu Musa al-Ash'ari a Yemen, según narran al-Bujari y Muslim. Les ordenó enseñar el Corán a la gente, proporcionarles conocimiento religioso y establecer la justicia entre ellos. Todo esto confirma que la da'wah no es un proceso fugaz, sino una forma de vida que requiere seguimiento y educación.
Los eruditos han citado otras evidencias del Corán y la Sunna para respaldar la importancia del seguimiento. Por ejemplo, el Corán dice: “y se aconsejen mutuamente con la verdad y con la paciencia [ante las adversidades]”. (El Corán (traducción comentada) 103:3)
Encomendar la verdad requiere seguimiento y recordatorios, mientras que encomendar la paciencia requiere fortalecimiento y aliento.
Desde la Sunna profética se encuentra lo narrado por Al-Bujari y Muslim bajo la autoridad de Abu Hurairah, que Al-lah esté complacido con él, que el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, dijo: «Quien invite a otros a una guía tendrá una recompensa similar a la de quienes lo siguen, sin disminuir su recompensa en lo más mínimo». Este hadiz fomenta la predicación y la enseñanza, y el seguimiento es parte integral de esto. La recompensa nunca cesa mientras quien recibe el llamado permanezca guiado, y el predicador es la razón de su guía continua mediante el seguimiento.
Este gran método profético fue seguido por los eruditos de la nación que dieron seguimiento a sus estudiantes. El Imam Abu Hanifah, Malik, Al-Shafi'i, Ahmad ibn Hanbal y muchos otros siguieron de cerca a sus estudiantes, los cuidaron y les recordaron que debían adherirse al Corán y la Sunnah.
Un ejemplo de esto es su entusiasmo, que Al-lah le bendiga y le conceda paz, por transmitir el bien, incluso a los niños:
Bajo la autoridad de Ibn Abbas, que Al-lah esté complacido con él, quien dijo: Iba detrás del Profeta, que Al-lah le bendiga y le conceda paz, cuando me dijo: "¡Oh, muchacho! Te voy a enseñar algunas palabras: Ten presente a Al-lah y Él te tendrá presente. Ten presente a Al-lah y lo encontrarás ante ti. Si pides, pídele a Al-lah; y si buscas ayuda, pídele ayuda a Al-lah. Ten presente que, si toda la nación se uniera para beneficiarte, no te beneficiaría excepto con algo que Al-lah ya hubiera decretado para ti. Si se unieran para hacerte daño, no te harían daño excepto con algo que Al-lah ya hubiera decretado para ti. Se han levantado las plumas y se han secado las páginas". [Musnad Ahmad]


Estos ejemplos demuestran que el seguimiento no es solo un lujo, sino una necesidad de la da'wah. El seguimiento fortalece la confianza entre el predicador y la persona llamada, demuestra la sinceridad del predicador y le da al invitado la sensación de que no está solo en su camino y de que hay alguien que lo cuida y lo apoya. Si el predicador no hace seguimiento a la persona llamada, su fe puede debilitarse, pueden surgir sospechas e incluso puede recaer, desperdiciando así los esfuerzos de la da'wah.

Por lo tanto, el seguimiento no es una mera tarea adicional; es una parte esencial del sistema integral de da'wah.
Es una continuación de la educación, un fortalecimiento de la fe y una protección contra las sospechas y los deseos. El predicador no planta una semilla y luego la abandona al viento. Más bien, la riega, la cuida y la protege hasta que dé fruto. Este es el camino de los profetas, los eruditos y las personas justas. Que el predicador siga este método, el del seguimiento, y sepa que su recompensa de al-lah es grande. Todo aquel que se mantenga guiado en su dawa, el predicador recibirá una recompensa igual por las buenas obras del invitado. Que la dawa sea un esfuerzo continuo que no se detenga al final de la conversación ni con la respuesta del invitado. Más bien, continúe hasta la muerte. Los que son seguidos viven por el efecto del seguimiento, y el predicador es quien reaviva los corazones y los mantiene en la verdad.