Lumaktaw patungo sa pangunahing nilalaman

Blog entry by Sam Sam

Todas las alabanzas son para Al-lah y que la Paz y las Bendiciones de Al-lah sean con nuestro profeta Muhammad, su familia, sus compañeros y todos que sigan su guía hasta el día del juicio.

La dawah no es simplemente una invitación a seguir una religión o credo; es, más bien, un mensaje noble y completo que busca difundir la bondad y la rectitud en todos los aspectos de la vida, guiando a las personas de las tinieblas de la ignorancia y la corrupción a la luz del conocimiento y la fe, y de los caminos del mal y la desviación a los caminos de la bondad y la rectitud.

El Islam, por su propia naturaleza, es una religión positiva que busca edificar al individuo y a la sociedad sobre los sólidos cimientos de la verdad, la justicia y la benevolencia. Este noble objetivo es lo que distingue la predicación islámica de otras, pues no se limita a la rectitud individual en la adoración, sino que abarca el bienestar de la familia, la sociedad y las relaciones entre las naciones, logrando, en última instancia, una justicia integral y el bien común en la tierra. Es un llamado a construir, no a destruir; a edificar, no a demoler; a reformar, no a corromper.

 

Quien invita a Dios y porta este noble mensaje es como una luz que disipa la oscuridad, como la lluvia que revive la tierra tras su sequía, pues su mayor anhelo es cumplir la voluntad divina al establecer una sociedad justa, que goce de virtud, cooperación y compasión. El Sagrado Corán enfatiza que exhortar al bien y prohibir el mal es la esencia del llamado al Islam y una característica de esta nación, la cual Dios destinó a ser la mejor nación que la humanidad haya creado. En la Sura Al Imran, Dios dice: “[¡Musulmanes!] Son la mejor nación que haya surgido de la humanidad porque ordenan el bien, prohíben el mal y creen en Dios.” (El Corán, traducción comentada, Isa García 03:110). Este versículo vincula la excelencia de la nación con su misión de difundir el bien y combatir el mal.

Exhortar al bien abarca todo lo bueno y justo tanto en la religión como en la vida terrenal, desde la Unicidad de Dios, la práctica de la oración, el pago del azaque, el respeto a los padres, el mantenimiento de los lazos familiares, la justicia, la veracidad y la confianza, hasta todo aquello que beneficia a las personas y contribuye al progreso de la sociedad. Prohibir el mal abarca todo lo dañino y corrupto, desde asociar a otros con Dios, la incredulidad y la desobediencia, hasta la injusticia, la mentira, el engaño y la corrupción de todo tipo.

Quien invita al Islam no es simplemente un predicador, sino un reformador social que se esfuerza por establecer normas de bondad y virtud dondequiera que vaya.

El Sagrado Corán también llama a la cooperación en la rectitud y la piedad, como en el versículo: “sino que cooperen con ellos a obrar el bien e impedir el mal, pero no cooperen en el pecado y la enemistad.” (El Corán, traducción comentada, Isa García 05:02). Esta cooperación es la base para difundir la bondad y la rectitud. Invitar al Islam no es un esfuerzo individual y aislado, sino un esfuerzo colectivo y colaborativo destinado a construir una sociedad cohesionada basada en la bondad. La tradición profética se encargó de desarrollar y clarificar este gran objetivo de la invitación al Islam y de establecer marcos prácticos para alcanzarlo. El Profeta (la paz y las bendiciones sean con él) dijo: “Quien de ustedes vea una mala acción que la cambie con su mano (actuando). Si no puede, entonces con su lengua (hablando); y si no puede, entonces con su corazón (odiándolo y sintiendo que está mal), y eso es lo más débil de la fe.” (Narrado por Muslim).

 

Este hadiz subraya la responsabilidad de todo musulmán, especialmente de quienes invitan al Islam, de corregir el mal y difundir el bien, cada uno según sus posibilidades. Esto indica que promover el bien y prohibir el mal no se limita a un grupo específico, sino que es un deber colectivo. El Profeta (la paz y las bendiciones sean con él) dijo: "Cada uno de ustedes es un pastor, y cada uno de ustedes es responsable de su rebaño. El gobernante es un pastor y es responsable de su rebaño. El hombre es pastor de su familia y es responsable de su rebaño. La mujer es pastora en la casa de su esposo y es responsable de su rebaño.” (Narrado por Al-Bujari)

El Profeta (la paz y las bendiciones sean con él) enseñó a la gente la veracidad, la confianza, la justicia, la bondad, la misericordia y la cooperación. Fomentó toda buena acción hacia los demás, incluso la más pequeña, diciendo: «Tu sonrisa a tu hermano es caridad» (relatado por At-Tirmidhi). Esto indica que la bondad abarca incluso las cosas más sencillas que brindan felicidad y alegría a los corazones.

Estos nobles ideales se manifestaron en la vida del Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones sean con él) a través de su aplicación práctica. Toda su vida fue un llamado constante a difundir la bondad y la rectitud. Desde el momento de su envío, comenzó a invitar a la gente al monoteísmo, fundamento de toda rectitud, y a prohibirles el politeísmo, raíz de toda corrupción.

Él (la paz y las bendiciones sean con él) no se limitó a predicar la fe; más bien, se esforzó por construir una sociedad ejemplar basada en la justicia, la igualdad, la misericordia y la solidaridad social. Él forjó lazos de hermandad entre los emigrantes y los auxiliadores, y presentó un modelo único de coexistencia pacífica con diversos grupos, incluso con aquellos que no eran musulmanes. El Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones sean con él) difundió el conocimiento, convirtiendo la Mezquita del Profeta en un centro de aprendizaje y erudición. Abordó personalmente los problemas sociales, resolvió disputas, estableció castigos legales y dictó sentencias justas entre la gente, sentando así las bases para la seguridad y la estabilidad en la sociedad. Se dedicó con ahínco a difundir la virtud, diciendo: «Fui enviado únicamente para perfeccionar el buen carácter». (relatado por Ahmad).

El objetivo de la invitación a Dios es construir una sociedad justa basada en los principios de bondad, justicia y benevolencia; una sociedad donde prevalezca la virtud y se erradique la corrupción.

Por lo tanto, todo aquel que se acerca a Dios debe ser consciente de esta gran responsabilidad y ser un buen ejemplo difundiendo la bondad y la rectitud a través de la palabra, la obra y la conducta, contribuyendo al renacimiento de la tierra mediante la fe y haciéndola florecer con virtud y justicia.